El laberinto clásico de siete senderos es un símbolo universal que ha aparecido en distintas civilizaciones y en épocas diferentes de la historia.

Su representación está en cerámicas cretenses (s. V a. C.), monedas etruscas y romanas, tablillas de arcilla de los indios hopi (EE. UU.), en Pilos, Grecia (1200 a. C.), en pavimentos y paredes de catedrales medievales, y los más antiguos (3500 años de antigüedad) en petroglifos (incisiones en la piedra) en Galicia (Mogor), Escandinavia (Gotham), la India (Sumatra), Egipto y la costa irlandesa.

Su uso original se desconoce. Existen diferentes hipótesis:

  • Representación de danzas iniciáticas tribales (danza de la grulla).
  • Representación del movimiento de los planetas y estrellas.
  • Símbolo de protección en las entradas de casas (Pompeya).
  • Petroglifos orientados al oeste en la mar para propiciar buena pesca.

Su forma es un recorrido univiario, compuesto por siete senderos que llevan al centro.

Usos en la actualidad:

  • Como paseo meditativo que amplifica nuestra conciencia en el presente, respuesta a interrogantes personales, reforzar propósitos…
  • En los niños, caminar como un juego les aporta calma (en EE. UU., psicólogos y terapeutas lo utilizan para aportar equilibrio en niños hiperactivos).

Cómo recorrerlo:

Nos colocamos delante de la entrada e iniciamos el laberinto con paso firme y relajado, al ritmo que sintamos. Durante el recorrido, nos encontraremos cuatro cambios de dirección hasta llevarnos al centro. Ahí, para un minuto, siente…

Inicia el regreso hasta la salida, percibiendo tu estado, y cuando llegues al final, agradece el viaje y disfruta de lo que has vivido.